Es que mira que es jodida la cosa. Siempre ocurre lo mismo.
Ahí estás tú, con la mejor tía que se puede permitir tu imaginación; curvas perfectas, voz sensual, piel suave y perfumada, labios carnosos y ardientes, cruce de miradas pasionales,... Su mano acaricia tu cuello hasta subir por la nuca y masajear levemente el cuero, a la vez, tu pelo se extiende entre sus finos dedos... Pero, como no podía ser de otra manera, suena el despertador a lo bestia perforándote el tímpano, y sin anestesia previa.
En ese momento, no sabes ni donde estás ni lo que está pasando, no puedes abrir los ojos, estás confuso. Tu mente se debate entre la cordura y la locura, aunque lentamente recobra el sentido común y la capacidad de deducción: "¡Claro! Desde luego que sí, ¡me han abducido!".
Cuando consigues abrir un ojo y enfocar parcialmente algo, te das cuenta que estás en la cama.
A tu lado una mujer. Te suena y mucho, pero esta vez no de un sueño más bien de una pesadilla, es tu mujer. No hace falta que lo aclare, no se parece ni por asombro a la del sueño.
Cuando consigues abrir el segundo ojo, te das cuenta que lo que acaricia tu cuello, lejos de ser una mano sensual y relajante, se trata del pie desnudo y amenazante de tu media naranja (tirando a limón). Es curioso, como la piel perfumada en la vida real dista mucho de la olor perfumada de los sueños.
El pelo ha desaparecido. Igual de calvo que siempre, si señor.
Ya con más oxígeno en los pulmones, consigues medio incorporarte y empezar a gozar de todos los sentidos: bienvenido a la cruda realidad!
Es peor que despertarse de Matrix y no saber nadar, ¿porque no se metería la pastilla por ese sitio oscuro?
La mente humana es así de perversa, estoy seguro, lo sé.
Siempre tiene que profundizar en lo más interesante del sueño, cuando justo, faltan escasos segundos para que suene el despertador. Disfruta haciéndonos eso. Es cruel. Tiene ese don y siempre que puede lo pone en práctica. También creo que lo hace porque es vengativa, no perdona una. Las horas perdidas delante de la tele viendo Gran Hermano y el partido del sábado se pagan a un alto precio.
Como decía mi abuela, lo importante es no darse por vencido y ganar mejor que participar. Por tanto, el día siguiente me concentro y justo antes de echarme a dormir pienso de forma insistente en lo soñado la noche pasada. "Puedo hacerlo, puedo hacerlo! Quiero seguir soñando justo donde me quedé ayer! ".
A ver, sin tanto cachondeo, si hay gente que puede ver fantasmas, comunicarse con el más allá, resolver sudokus, adivinar una carta de toda una baraja,... ¿no voy yo a poder seguir con el sueño donde me quedé? Vamos hombre!
Sé que, como yo, tiene que haber más gente en la misma situación. El primero que lo consiga que avise a los demás y sobretodo, que cuente como hacerlo.
Hay gente que tiene otros trucos, como por ejemplo la mala costumbre de ponerse el despertador, con el volumen más reducido, 30 minutos antes de la hora real de despertarse. De esta manera, se despiertan múltiples veces y, después de cada parada parcial, prosiguen durmiendo con el sueño donde estaban. ¿Os imagináis? Es prácticamente como ver una película donde nosotros somos el protagonista principal, pero con cortes publicitarios cada 5 minutos, ¡que coñazo! Lo único que si que se consigue con eso es:
- Primero, desesperar a tu acompañante nocturno.
- Segundo, desesperar a tus vecinos.
- Tercero, volver a desesperar a tu acompañante nocturno.
- Cuarto, volver a desesperar a tus vecinos.
Y así indefinidamente hasta que te salga a ti de tus... sueños.
A pesar de que muchos creen que es una buena solución para lograr ver el final del sueño deseado y disfrutar más y mejor de los últimos minutos de sueño, a mi personalmente no me funciona. Creo que es porque mi mente también sabe lo que pretendo hacer y toma represiones al respecto. Desde luego, a veces pienso que es más lista que yo.
Otro truquillo más. Un amigo que se encuentra en una situación parecida, ha optado por lo siguiente, os cuento: adelanta la hora del despertador de su mujer cuando ella está dormida, y ella hace lo mismo con el suyo. De esa manera ninguno de los dos sabe con cuanta precipitación sonará el despertador y su mente se ve perdida y confusa, sin posibilidad de hacer una previsión fatídica y boicotear sus dulces sueños.
Lo malo, cuando hay piques entre ellos y se putean a base de adelantarse el despertador horas y horas antes. Gajes del truquillo, ya se sabe.
Soñar es una de las pocas cosas buenas que todavía son gratis, y aunque a veces el despertador y la mente me quieran poner las cosas difíciles, si me permiten, seguiré soñando con la rubia explosiva y el lujoso descapotable gris.
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